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La Tercera Parca
Federico Betti






La Tercera Parca



Titulo: La Terza Moira

Autor: Federico Betti

Traductor: MarГ­a Acosta



Copyright В© 2020 - Federico Betti


PRIMERA PARTE:

ВїPIENSAS QUE ERES AFORTUNADO?


I

Lo que el inspector Zamagni deseaba pero, a decir verdad, nunca se lo habrГ­a esperado, era que antes o despuГ©s, como se suele decir, la madeja se desenredarГ­a. Lo que no sabГ­a era a quГ© deberГ­a enfrentarse. Por el momento, todo lo que tendrГ­a que hacer, ayudado por el siempre digno de confianza agente Finocchi, era acabar con lo que habГ­a quedado pendiente, es decir recuperar todos los efectos personales de Daniele Santopietro y los objetos recobrados aquГ­ y allГЎ que, de algГєn modo, tenГ­an que ver con aquel criminal. Y obviamente, una vez reunido todo el material podrГ­a comenzar a trabajar sobre esto para extraer algo Гєtil. Todo habГ­a comenzado cuando, investigando sobre lo que mГЎs tarde serГ­a recordado como el Caso Atropos, se habГ­a encontrado de nuevo con la Voz.

Г‰l no se habrГ­a dado cuenta si Emma Simoni, su vecina que habГ­a pasado por casualidad por la comisarГ­a con algunas exquisiteces para entregar personalmente al inspector, no hubiese reconocido la Voz al telГ©fono durante la llamada de manos libres al seГ±or Bottazzi de la AsociaciГіn Atropos.

TodavГ­a no habГ­a conseguido comprender quГ© tenГ­a que ver ese viejo recuerdo, pero lo Гєnico realmente cierto era su determinaciГіn para descubrirlo.

Y para hacerlo, de acuerdo con el capitГЎn Luzzi, habГ­a comenzado a investigar por todo el material que, de alguna manera, estaba conectado con Daniele Santopietro.

En el fondo, esa historia habГ­a comenzado cuando Г©l y Alice Dane, la agente de Scotland Yard de origen irlandГ©s, habГ­an emprendido la caza de ese hombre, por lo que Zamagni, Finocchi y Luzzi pensaban que el material ligado al delincuente pudiese ser un buen punto de partida para la investigaciГіn.

Stefano Zamagni, asГ­ como el agente Finocchi, recordaba perfectamente quГ© habГ­a ocurrido durante la persecuciГіn de Daniele Santopietro: las frases en las paredes que aparecГ­an y desaparecГ­an, las llamadas amenazantes de esa Voz, el automГіvil que habГ­a explotado, sin considerar que, mientras tanto, Daniele Santopietro, que sabГ­an que era el hombre que estaban buscando, habГ­a desaparecido en la nada.

Aquel perГ­odo fue realmente terrible porque, a todas las vicisitudes de la investigaciГіn en curso, se sumaron tres muertes que tocaron de cerca al inspector Zamagni y a quienes trabajaban con Г©l.

El inspector habГ­a perdido a su hermana Giorgia, Alice Dane debiГі volar a Irlanda para asistir al funeral de su hermana Brenda y el agente Finocchi debiГі enfrentarse a la muerte de su novia Elisabetta en el incendio del piso en el que vivГ­an.

Luego estaba la carta.

Cuando Zamagni se la encontrГі delante, despuГ©s de haber acabado con la investigaciГіn del Caso Atropos, no entendiГі su significado, ya sea porque estaba escrita en griego, ya porque realmente no conocГ­a el motivo por el cual Г©l deberГ­a haber recibido una carta de aquel tipo.

Cuando se la mostrГі a Giorgio Luzzi, su superior le dijo que buscarГ­a enseguida un experto para descifrarla y, por suerte, mientras Г©l y el agente Finocchi estaban trabajando para descubrir lo que habГ­a sucedido a Marco Mezzogori, el sobrino hemiplГ©gico de la conocida del inspector, el capitГЎn habГ­a recibido el resultado que aguardaban y ahora tambiГ©n Stefano Zamagni querГ­a saberlo.

DespuГ©s de todo, iba dirigida a Г©l, por lo tanto tenГ­a todo el derecho.

Pasados unos dГ­as desde el descubrimiento del asesino del muchacho, todavГ­a conmovido en lo mГЎs hondo por cГіmo habГ­an sucedido las cosas, el inspector volviГі a la comisarГ­a de vГ­a Saffi en Bologna y fue enseguida a la oficina del capitГЎn.

–Buenos días, Zamagni –dijo Giorgio Luzzi.

–Buenos días, capitán –respondió Zamagni.

–¿Ya has cargado las baterías? –preguntó el capitán con una sonrisa.

–No totalmente –respondió Zamagni –pero no veo la hora de ponerme a trabajar para comprender quién es esa Voz.

–Creo que entiendo la situación –añadió Luzzi –y debo admitir que también yo espero ponerle las manos encima a ese hombre, y pronto.

–¿Ya ha llegado Marco? –preguntó Zamagni a continuación, mostrando un poco de su pragmatismo.

–No –dijo el capitán. –¿Habéis quedado?

–Lo llamé ayer por la tarde para saber si se había recuperado de la paliza después del interrogatorio de Marisa Lavezzoli. Me ha dicho que también él, como yo, había acusado bastante el golpe y que no estaba todavía al cien por cien y que, sin embargo, estaba ansioso por volver a comenzar desde donde habíamos interrumpido el asunto que tenía que ver con Santopietro –explicó el inspector.

–¿Por casualidad estáis hablando de mí? –dijo alguien desde la puerta de la oficina del capitán, interrumpiendo el diálogo entre los dos.

–Por supuesto que sí –dijo Zamagni –Venga, entra.

Marco Finocchi cerrГі la puerta a sus espaldas y saludГі al capitГЎn y al inspector.

–Así que, los dos estáis nerviosos y no veis la hora de volver al trabajo –dijo el capitán, con un tono ligero cruzando su mirada con Zamagni y Finocchi, que asintieron a su vez. –Bien –añadió Luzzi después de una pausa de unos segundos –¿Por dónde queréis comenzar?

Zamagni y Finocchi se miraron durante unos segundos, a continuaciГіn el inspector propuso retomar la investigaciГіn de todo lo que habГ­a sido posible recuperar en las distintas escenas del crimen y que tuviese que ver con Daniele Santopietro.

–Efectos personales, objetos de todo tipo, posibles hallazgos... –comenzó a decir el inspector.

El agente Finocchi asintiГі con la mirada.

–De acuerdo –dijo finalmente el capitán –Algo debo tener yo ahí dentro, en esas cajas de la esquina, luego haré recuperar todo lo que hay en los archivos de la Policía y que no está todavía a nuestra disposición.

–Perfecto –dijo Zamagni –¿Y con respecto a la carta?

–Tienes razón –respondió el capitán, como cogido de improviso por una pregunta inesperada. –Os la debo mostrar también. Un experto nos la ha traducido. Fue escrita en griego... pero quizás ya os había mencionado este dato.

El inspector asintiГі.

Zamagni tuvo la impresiГіn de que el capitГЎn estuviese ganando tiempo a propГіsito, como si intentase retrasar lo mГЎs posible el momento en el que deberГ­an afrontar ese tema.

–¿Hay algún problema? –preguntó a continuación el inspector mirando al capitán directamente a los ojos.

–No... –respondió Luzzi, dejando entrever, sin embargo, algo en su estado de ánimo –No exactamente...

–¿Pero...? –intervino Finocchi.

–Bueno... –volvió a hablar el capitán –en fin... por lo que se puede intuir, la carta que has recibido...

Otra pausa todavГ­a.

Y, diciendo estas palabras, Luzzi buscГі de alguna manera explicar la situaciГіn volviГ©ndose directamente a Zamagni.

–Parece que resulta difícil hablar sobre esto –dijo el inspector.

–Decía que la carta había sido escrita en griego y, por lo que se puede intuir, el remitente es el cerebro de la Asociación Atropos.

–Comprendo –asintió Zamagni –¿Y por qué resulta difícil hablar de esto?

–En cierto sentido te felicita –dijo el capitán como respuesta. –Tengo la impresión de que te esté retando a pesar de admitir tu talento.

–¿Puedo leer la traducción? –preguntó el inspector.

–De acuerdo –respondió el capitán ofreciendo a Zamagni un sobre blanco.

–¿Puedo verla también yo? –preguntó el agente Finocchi movido por la curiosidad.

El inspector cogiГі el sobre de las manos del capitГЎn y lo abriГі mostrando el contenido tambiГ©n al agente Finocchi. En el interior habГ­a dos folios doblados en tres partes.

En el primer folio estaba la carta original enviada a Zamagni, cuyo texto resultaba incomprensible, al menos, a primera vista.

El inspector y Marco Finocchi lo recorrieron, de todas maneras, con la mirada.

ОЈО±О»П…ОґОїПѓ О№ОЅПѓПЂОµП‡П„ОїПЃ О–О±ОјО±ОіОЅО№

О—Оµ ОЅОїП„О±ОґОї ОёП…Оµ ОµОЅ ОµПѓП„Оµ ПЌО»П„О№ОјОї ПЂОµПЃОЇОїОґОї П„ОїОґОїПѓ О»ОїПѓ ПЂОµПЃО№ПЊОґО№ОєОїПѓ О№ О»ОїПѓ П„ОµО»ОµОґО№О±ПЃО№ОїПѓ О·О±ОІО»О±ОЅ ОґОµ П…ПѓП„ОµОґ ОєОїОјОї О»О± ПЂОµПЃПѓОїОЅО± ОёП…Оµ О·О± ОІОµОЅОѕО№ОґОї О± О‘П„ПЃОїПЂОїПѓ ОєОїПѓО± ОёП…Оµ ОЅО№ОЅОіПЌОЅ ОїП„ПЃОї ОєОїОЅПѓО№ОіП…О№ПЊ О·О±П‚ОµПЃ

О™ОјО±ОіО№ОЅОї ОёП…Оµ ОµПѓП„О±ПЃО¬ П‡ОїОЅП„ОµОЅП„Ої ПЂОїПЃ О»О± П†О±ОјО± О± ОЅО№ОІОµО» ОЅО±ОѕО№ОїОЅО±О» ПЂОµПЃОї ОјОµ ПѓО№ОµОЅП„Ої ОµОЅ ОµО» ОґОµОІОµПЃ ОґОµ О№ОЅП†ОїПЃОјО±ПЃО»Оµ ОёП…Оµ О№Ої ПЂОїПЃ ОµО» ОјОїОјОµОЅП„Ої ПѓОїО№ О№ОЅОІОµОЅОѕО№ОІО»Оµ Оµ О№ОЅП„ПЃОїОІО±ОІО»Оµ

О”О№ПѓП†ПЃП…П„Оµ ОґОµ ОµПѓП„Оµ ОјОїОјОµОЅП„Ої ОґОµ ОіО»ОїПЃО№О±

О§ПЃОµОї ОёП…Оµ ОЅОї ПѓОµПЃО¬ О№ОЅОґО№ПѓПЂОµОЅПѓО±ОІО»Оµ ПЂОїОЅОµПЃ ОјО№ П†О№ПЃОјО± О±О» П†О№ОЅО±О» ОґОµ ОµПѓП„О± П‡О±ПЃП„О±

О—О±ПѓП„О± ПЂПЃОїОЅП„Ої

Zamagni volviГі a doblar el folio y lo apoyГі de momento sobre el escritorio del capitГЎn, a continuaciГіn cogiГі el segundo folio, en el que el experto consultado por la policГ­a habГ­a escrito la traducciГіn y lo leyГі atentamente dejando tiempo, de esta manera, a Marco Finocchi para hacer lo mismo.

Saludos, inspector Zamagni:

He notado que en este Гєltimo perГ­odo todos los periГіdicos y los telediarios hablan de usted como la persona que ha vencido a Atropos, cosa que ningГєn otro consiguiГі hacer.

Imagino que estarГЎ contento por la fama que estГЎ consiguiendo a nivel nacional, pero me siento en el deber de informarle que yo por el momento soy invencible e introvable.

Disfrute este momento de gloria.

Creo que no serГЎ indispensable poner mi firma al final de esta carta.

Hasta pronto.



Sin decir nada, Zamagni y Finocchi se intercambiaron una mirada, luego el inspector doblГі tambiГ©n el segundo folio, puso ambos en el interior del sobre y se lo volviГі a dar al capitГЎn.

–¿Qué impresión os ha dado? –preguntó Luzzi.

–La misma –respondió Zamagni –Felicitaciones para mí... que, obviamente, son extensibles también a Marco y a cualquiera que haya colaborado en el desmantelamiento de la Asociación Atropos... y una actitud retadora.

–Estoy de acuerdo –añadió el agente Finocchi –También me parece que intenta provocarnos. Es como si, de alguna manera, se sintiese superior a nosotros por el hecho de estar todavía libre.

–Veo que estamos todos de acuerdo –constató el capitán. –Por lo tanto, esta se queda en mi oficina y será puesta con los expedientes una vez que completemos la investigación –añadió refiriéndose al sobre que contenía la carta enviada al inspector y a la traducción.

–Bueno, ¿a qué estamos esperando? –preguntó el agente Finocchi, como si hubiese vislumbrado un punto muerto en la investigación, –pongámonos a trabajar enseguida. No pretendemos, de ninguna manera, dejar que esta persona ande libre por ahí haciendo daño mucho tiempo más, ¿verdad?

–Absolutamente no. –afirmó el inspector.

–Ánimo, sacad esas cajas de mi oficina y poneos inmediatamente a trabajar –les exhortó el capitán.

–A sus órdenes –asintió Marco Finocchi, a continuación él y Zamagni cogieron todo el material disponible hasta ahora y se fueron al escritorio del inspector para pensar cómo organizar la investigación.

–Esperamos con interés todo lo que se encuentra todavía en los archivos –dijo Zamagni despidiéndose del capitán mientras salían al pasillo.

–Os enviaré todo –concluyó Luzzi cerrando la puerta de la oficina.



Cuando el hombre recibiГі la llamada estaba degustando un cocktail en un local del Barrio de Santa Cruz. HabГ­a decidido desconectar un poco, asГ­ que se habГ­a ido a EspaГ±a en un vuelo directo para Sevilla algunos dГ­as antes y cuando escuchГі sonar el telГ©fono mГіvil habГ­a intuido inmediatamente el olor de trabajo y de problemas.

No habГ­a reconocido el nГєmero de telГ©fono del emisor pero por el prefijo habГ­a comprendido que la llamada llegaba desde Italia y, para ser mГЎs precisos, desde la ciudad de Bologna.

DespuГ©s de haber respondido, escuchГі decir a su interlocutor, sencillamente, que se habГ­a cansado y que ahora serГ­a el turno de Zamagni.

Llegado a este punto, el hombre pidiГі mГЎs explicaciones, dijo que de momento se encontraba en el extranjero y que volverГ­a a Italia dentro de unos dГ­as, justo el tiempo de reposar un poco, pero que se ocuparГ­a de la cuestiГіn. Obviamente tratГі sobre la compensaciГіn que le esperarГ­a cuando completase el trabajo.

Su interlocutor le dijo que no tenГ­a prisa, que no habrГ­a ningГєn problema por lo que respectaba el dinero a pagar y que volverГ­an a hablar cuando volviese a Italia.

DespuГ©s de colgar, el hombre acabГі su cocktail, pagГі la cuenta a la camarera y dejГі el resto de las monedas como propina.

Caminar por aquellas calle tГ­picas lo tranquilizaba y, en el fondo, el Barrio de Santa Cruz y la ciudad de Sevilla le gustaban: desde la primera vez que habГ­a decidido ir a la ciudad andaluza se habГ­a sentido contento por la elecciГіn y cada dos o tres aГ±os iba para estar unos dГ­as.

A fin de cuentas, la gente era cordial, la meteorologГ­a no te jugaba malas pasadas y la ciudad era muy hermosa de visitar.

Continuando por la calle pasГі al lado de la Catedral y de la Giralda, el famoso campanario con las rampas en lugar de las escaleras, creadas a propГіsito para las mulas, poco despuГ©s llegГі a la Calle Sierpes y girГі a la derecha para llegar al apartamento de alquiler donde se alojaba desde el comienzo de la semana.

CerrГі la puerta a sus espaldas, luego se sentГі en la butaca y encendiГі el televisor.

TodavГ­a tenГ­a a su disposiciГіn algunos dГ­as antes de volver a Italia y querГ­a disfrutar el tiempo hasta el final.


II

Stefano Zamagni y Marco Finocchi legaron al escritorio del inspector con el material concerniente a Daniele Santopietro, asГ­ que comenzaron a pensar en cГіmo enfrentarse a aquello que podrГ­a definirse como una pura y simple recogida de datos.

El primer impacto que tuvieron ambos fue la ingente cantidad de trabajo que les esperaba, considerando la abundancia de objetos, tanto pequeГ±os como grandes, que contenГ­an aquellas cajas.

Cuando se sintieron preparados para comenzar decidieron comprobar juntos cada una de las cajas examinando una de cada vez.

Una labor de ese tipo habrГ­a hecho desistir a muchas personas, sabiendo, ademГЎs, que recibirГ­an del capitГЎn mГЎs material durante la investigaciГіn, pero la determinaciГіn de los dos hombres para descubrir al verdadero culpable de todo tuvo un papel fundamental.

HabГ­an comenzado a pensar que el origen de la mayor parte de sus problemas fuese sГіlo una persona despuГ©s de haber escuchado la llamada recibida por el seГ±or Bottazzi de la AsociaciГіn Atropos y esto quizГЎs simplificarГ­a notablemente la investigaciГіn.

Lo que no serГ­a sinГіnimo de simplicidad, tambiГ©n porque por el momento la Гєnica referencia que tenГ­a a su disposiciГіn estaba constituida por objetos de un criminal muerto.

A esto se aГ±adГ­a el hecho de que no tuviesen ni la mГЎs remota idea de quГ© les reservase la prolongaciГіn de la misma investigaciГіn.

Varios interrogantes le rondaban a Zamagni en la cabeza que no dudarГ­a en compartir con el agente Finocchi y el capitГЎn.

ВїQuГ© habГ­a conectado a un criminal como Santopietro con la persona que habГ­a efectuado la llamada a Antonio Bottazzi?

ВїQuГ© tipo de personalidad tenГ­a Daniele Santopietro y quГ© le habГ­a hecho cometer los delitos por los que habГ­a sido incriminado antes de tener nada que ver con Zamagni y sus hombres? ВїQuiГ©n podГ­a ser la persona a la que les llevarГ­a todo?

Y, sobre todo, ВїcГіmo pensaban obtener resultados en la investigaciГіn partiendo de algo que habГ­a pertenecido a una persona que no podГ­a ya jamГЎs ser interrogada?

Con todas estas preguntas sin respuesta el inspector Zamagni tomГі una de las primeras cajas por examinar, la abriГі y comenzГі a sacar de uno en uno los distintos objetos.

En cada una de las cajas habГ­an escrito con un rotulador negro DANIELE SANTOPIETRO y 3347820A, el nombre y el nГєmero de detenciГіn, respectivamente, de la persona a la que se le habГ­a retenido el material.

–Una navaja... –nombró el agente Finocchi. –Quizás la usaba durante los atracos.

–Es probable –admitió Zamagni volviendo a poner la navaja y extrayendo de la caja otro objeto.

–Un encendedor –continuó el agente –¿Sabemos si era fumador?

–No –contestó el inspector –o al menos yo no lo sé.

Marco Finocchi asintiГі.

–Si consideramos que Daniele Santopietro estaba loco, podríamos pensar también que el encendedor le sirviese para provocar incendios –continuó el inspector con ironía.

–Cierto, no debemos excluir nada –admitió el agente. –No será fácil comprender qué buscar entre todas estas cosas y lo que todavía no nos ha sido entregado.

–Cualquier pista puede ser útil –dijo Zamagni –Deberemos seleccionar los objetos útiles y aquellos que en cambio no lo son o que nos podrían hacer equivocar el camino. Recordemos que ahora ya no podemos interrogar a Santopietro y que la persona que estamos buscando es otra distinta. Esos objetos personales y cualquier otro material que tengamos a nuestra disposición en lo sucesivo nos podrá ser útil para entender qué tipo de persona fuese realmente este criminal y quizás también como indicio para sacar a la luz al propietario de la Voz.

–Será como buscar una aguja en un pajar –admitió Finocchi.

–Tienes razón –asintió el inspector –pero ya nos ha ocurrido encontrarnos en una situación similar, y sin embargo nos las hemos apañado perfectamente, ¿no?

Se referГ­a a cuando, poco antes, habГ­an pasado dГ­as enteros leyendo el diario de Marco Mezzogori con la esperanza de encontrar algunos datos Гєtiles para comprender el motivo de su muerte y posiblemente el nombre del culpable.

–Sí. Esto significa que deberemos intentarlo de nuevo, con la consciencia de nuestra potencialidad.

–Exacto –dijo Zamagni –con la diferencia de que esta vez no tengamos ninguna certeza de que examinar todo esto nos servirá efectivamente para algo.

–Debemos intentarlo –dijo Finocchi como exhortación para los dos –En el fondo, por el momento, no tenemos mucho más, ¿verdad?

–Por desgracia, así es.

–Bueno, pues entonces continuamos. Quizás lleguemos a algo útil y, si no fuese así, intentaremos coger otro camino.

El inspector asintiГі con la mirada, luego sacГі de la caja algunos paquetes de jeringuillas.

–¿Y esto? –preguntó Finocchi.

–No sabría decir –admitió Zamagni –pero recordemos que no todos los objetos que encontremos aquí dentro nos servirán para nuestra investigación.

–Lo sé –dijo el agente. –Y nosotros deberemos ser listos incluso para entender cuáles serán útiles y cuáles no.

–Exacto.

–Por el momento no se me ocurre nada –constató el inspector –pero, mientras tanto sabemos lo que pertenecía a Santopietro. A lo mejor, más tarde, sabremos lo que nos servirá y qué será un simple objeto... de relleno.

Zamagni y Finocchi continuaron hasta vaciar la primera caja, sin que, por otra parte, encontrasen nada aparentemente Гєtil, asГ­ que hicieron una pausa para beber algo en los distribuidores automГЎticos que se encontraban en el pasillo.

DespuГ©s de un cuarto de hora volvieron al escritorio del inspector para retomar el trabajo.



Al hombre le gustaba Sevilla porque, de alguna manera, le parecГ­a distinta de las otras ciudades en las que habГ­a estado en los Гєltimos aГ±os.

La capital de la Comunidad AutГіnoma de AndalucГ­a, ademГЎs de capital de provincia, le daba una sensaciГіn de serenidad y de libertad.

Le encantaba pasar el tiempo paseando entre la calle Sierpes, Cuna, TetГєan, tres calles paralelas que representaban el nГєcleo viejo de la ciudad, y las otras callejuelas, para despuГ©s, a lo mejor, pararse de vez en cuando en una confiterГ­a para degustar un dulce andaluz.

Ahora ya conocГ­a la ciudad bastante bien por lo que cada vez que volvГ­a sentГ­a como si Sevilla fuese su segunda casa. Y ademГЎs adoraba la gastronomГ­a local, con tantas exquisiteces que generalmente preferГ­a saborear como tapas, porque las porciones pequeГ±as siempre le daban la oportunidad de degustar un mayor nГєmero de comida.

Ahora ya sГіlo faltaban dos dГ­as para su vuelta a Italia y le fastidiaba un poco dejar EspaГ±a porque se estaba bien. Aparte de los meses estivales, en los que las temperaturas eran demasiado elevadas, el clima era siempre bueno, la gente era cordial... y, de todas formas, estar lejos del trabajo para Г©l siempre era algo positivo.

Aunque podГ­a trabajar siempre con el calendario que Г©l mismo decidГ­a, le resultaba, de todas formas, una pequeГ±a fuente de estrГ©s.

Desde hacГ­a poco tiempo habГ­a conocido, aunque Гєltimamente sГіlo hablaban por telГ©fono o no se encontraban nunca en persona, a esta persona que le habГ­a hecho algunos servicios, todos bastante sencillos, y que, para ser sinceros, pagaba incluso bien y puntualmente.

Cada vez que se ponГ­a en contacto con Г©l le daba un encargo, incluso bastante detallado, y sabГ­a que en el transcurso de pocos dГ­as le pagarГ­a.

Un dГ­a lo llamaba para darle un trabajo que hacer, Г©l lo llevaba a tГ©rmino y el hombre le pagaba.

AdemГЎs de eso, lo habГ­a ya recibido hacГ­a poco, pero nunca dos veces consecutivas en la misma cuenta bancaria.

PensГЎndolo bien, entendГ­a su necesidad de anonimato, porque Г©l se encontraba en la misma situaciГіn... y tambiГ©n Г©l poseГ­a mГЎs de una cuenta bancaria, luego tarjetas de dГ©bito... en fin, lo fundamental eran dos cosas: que le pagasen y no ser rastreado.

Se habГ­an conocido por casualidad en una fiesta de personas de una cierta clase social.

Г‰l debГ­a encontrarse con un cliente, asГ­ que le habГ­an invitado, mientras que el otro estaba en el mismo lugar porque conocГ­a a una de las personas presentes en la fiesta y se habГ­a colado de alguna manera.

HabГ­an charlado mientras tomaban un cocktail y esta persona le habГ­a propuesto trabajar para Г©l, explicando enseguida que serГ­an encargos muy sencillos, no regulares y que deberГ­an ser llevados a cabo sin dejar rastro.

Era la manera de trabajar que le gustaba mГЎs, por lo que se pusieron de acuerdo inmediatamente.

Por los motivos enunciados, volver a Italia sabiendo que deberГ­a trabajar para esta persona le dio al hombre la certeza de una ganancia asegurada, pero sabГ­a tambiГ©n que ahora serГ­a mГЎs complicado de lo habitual: a diferencia de todas las otras veces, este servicio contemplaba un objetivo que podrГ­a ser una molestia en el caso de que no consiguiese hacer todo de la manera correcta. AdemГЎs, el objetivo en cuestiГіn era de un nivel de dificultad superior respecto a los estГЎndares de los Гєltimos tiempos. Por esto, hablando por telГ©fono, habГ­a preferido poner en claro enseguida los aspectos relativos a la remuneraciГіn, precisando, obviamente, que se tratarГ­a de un precio mГЎs alto con respecto a las otras veces.

Y su cliente se lo tomГі con calma.


III

La comprobaciГіn del material con respecto a Daniele Santopietro seguГ­a adelante sin que Zamagni y Finocchi encontrasen nada aparentemente Гєtil para comprender la conexiГіn que podГ­a haber entre este criminal y la Voz.

–¿Crees que podríamos hacer un trabajo cruzado? –propuso el agente Finocchi, llegados a un cierto punto.

–¿Qué quieres decir? –preguntó el inspector.

–Podríamos alternar este trabajo de oficina que ya estamos desenvolviendo con un trabajo más dinámico, por ejemplo hablando con personas que hayan conocido a Santopietro o que, de alguna manera, hayan tenido que ver con él –explicó Marco Finocchi –¿Todavía tenemos la dirección del piso en el que se encontraba Santopietro al comienzo de la investigación que llevó luego a su muerte?

–¿A la que fue Alice Dane? –preguntó Zamagni.

El agente asintiГі.

–Seguramente, sí –dijo el inspector –Estará escrito en el informe del caso.

–Perfecto. Por lo tanto en esa dirección puede haber alguien que todavía se acuerda de Santopietro y que sabría darnos alguna información útil.

–También podríamos intentar seguir ese camino, a pesar de que existe una probabilidad bastante baja de que lleguemos a algún sitio.

–Ahora ya somos expertos en la búsqueda de agujas en los pajares, ¿no?

El agente se referГ­a a la investigaciГіn sobre Marco Mezzogori cuando, para buscar al culpable, habГ­an ojeado los diarios del muchacho hemiplГ©gico quedГЎndose a trabajar incluso hasta bien entrada la noche.

–Es verdad –asintió Zamagni –pero primero debemos hablar con el capitán. Por lo menos deberá ser informado sobre esto.

–Entonces, vamos –lo exhortó Finocchi.

Dejando sobre el escritorio todas las cosas desordenadas Zamagni y el agente fueron a buscar al capitГЎn para contarle su propuesta.

Se cruzaron con Г©l en el pasillo que llevaba a su oficina y le dijeron que le querГ­an hablar. Los tres continuaron hasta la oficina del capitГЎn, luego Finocchi cerrГі la puerta a sus espaldas y el inspector explicГі lo que habГ­an pensado hacer.

–Cada camino puede ser bueno –dijo Luzzi después de que el inspector hubiera terminado de exponer su idea –pero recordemos que ahora ya nuestro objetivo es encontrar a la Voz y que cada recurso, temporal o de otro tipo, debe apuntar a este objetivo. Por el momento no tenemos nada que nos pueda llevar en una dirección o hacia otra, por lo tanto cada idea puede ser la correcta. Lo importante es no perder de visto nuestra meta final.

Zamagni y Finocchi asintieron.

–Mientras tanto, volved a revolver en aquellas cajas, ya iréis mañana a hablar con las otras personas que habitan en el edificio donde hemos encontrado a Santopietro la primera vez –respondió Luzzi –Allí podrá haber algo que nos pueda ayudar a encontrar una conexión entre Santopietro y la Voz. Si realmente los dos se conocían, deberemos hallar una pista.

–Haremos todo lo posible, como siempre –concluyó el agente Finocchi saliendo de la oficina y volviendo a cerrar la puerta a sus espaldas por segunda vez en poco tiempo.

Independientemente del material que recibirГ­an en los dГ­as sucesivos, lo que ya tenГ­an a su disposiciГіn parecГ­a mucho pero, de todas formas, aunque seguГ­an hurgando no encontraban nada aparentemente Гєtil para su investigaciГіn.

Y los interrogantes aumentaban: Вїestaban realmente seguros de que aquellas indagaciones les llevarГ­an a algГєn sitio o estarГ­an perdiendo un tiempo valioso? ВїQuГ© podrГ­an encontrar, en aquellas cajas, que tuviese, aunque fuese una mГ­nima utilidad, para encontrar a la Voz?

Los efectos personales de Santopietro parecГ­an ser sГіlo objetos que podrГ­an haber pertenecido a cualquiera.

A continuaciГіn, a Zamagni le volvieron a la mente el libro rojo y el artilugio que, por el informe de Alice Dane, el criminal utilizaba para mantener atadas a sus vГ­ctimas.

–Deberemos preguntar al capitán para hacernos con estas dos cosas –dijo Finocchi, asintiendo en dirección al inspector.

DespuГ©s de un par de horas de bГєsquedas infructuosas, los dos hicieron una Гєltima pausa para comer algo y exponer su peticiГіn al capitГЎn.

Fueron al bar cercano a la comisarГ­a para consumir velozmente un bocadillo, luego volvieron y encontraron a Giorgio Luzzi en su oficina.

Cuando Zamagni terminГі de explicar su idea, el capitГЎn consintiГі y asegurГі que harГ­a buscar el libro rojo en los archivos de la policГ­a y aГ±adiГі que para el artilugio al que se referГ­a el inspector se informarГ­a con respecto a dГіnde habrГ­an podido verlo.

–Probablemente ha sido llevado a un almacén de nuestra propiedad en algún sitio fuera de la ciudad, de todas formas os haré saber el lugar exacto en el que encontrarlo.

Zamagni y Finocchi le dieron las gracias, luego volvieron de nuevo al escritorio del inspector y, cuando llegГі la noche, dejaron la comisarГ­a sin haber encontrado todavГ­a nada que pudiese servir de pista para encontrar a la Voz.

DespuГ©s de llegar a su apartamento en San Lazzaro di Savena, Stefano Zamagni se preparГі una cena rГЎpida con pan ГЎcimo y una ensalada mixta, y se puso en el sofГЎ del salГіn a mirar el telediario.

En los veinte minutos siguientes escuchГі noticias de polГ­tica, economГ­a y sucesos locales.

La noticia mГЎs destacada fue la liberaciГіn de algunos detenidos de la cГЎrcel de la Dozza debido a una reducciГіn de la pena por buena conducta, luego el periodista hablГі de un par de accidentes de trГЎfico provinciales que afortunadamente no habГ­an causado daГ±os personales, de un excursionista que habГ­a llamado a los socorristas en el Corno alle Scale porque se habГ­a perdido saliendo de un sendero seГ±alizado del C.A.I. y otras noticias de menor importancia.

Cuando llegaron las noticias deportivas, Zamagni apagГі el televisor, lavГі los cubiertos, puso un poco de orden en el apartamento y a las diez de la noche decidiГі irse a dormir para estar en forma a la maГ±ana siguiente.

El trabajo de investigaciГіn que estaban haciendo lo cansaba mucho, sobre todo porque parecГ­a que no produjese ningГєn resultado.

Antes de dormirse volviГі a pensar en una frase que habГ­a dicho Marco Finocchi: ellos estaban habituados a buscar agujas en los pajares. De todos modos, esto le produjo una nueva fuerza nerviosa y determinaciГіn para continuar con aquella parte de la investigaciГіn.



El hombre era consciente de que en los dГ­as sucesivos su trabajo no serГ­a nada fГЎcil, por lo que decidiГі gozar del Гєltimo dГ­a en Sevilla respirando el aire andaluz, dando un paseo entre las calles y terminando la velada saboreando un buen nГєmero de tapas a un coste irrisorio.

Siempre habГ­a mucha gente caminando por la ciudad, quien para ir de compras, quien para ir a beber algo a un bar, quien, simplemente, por placer de vivir la capital andaluza, y Г©l se sentГ­a muy contento de poder mezclarse con la gente del lugar bajo su aureola de anonimato.

Hacia las ocho de la noche, horario de aperitivo para los espaГ±oles, fue al Dos de Mayo que, a decir de muchos era el mejor local de Sevilla donde poder degustar una Гіptima cocina local.

Cuando llegГі, prГЎcticamente poco despuГ©s del horario de apertura, habГ­a ya bastante gente a pesar de que fuese un dГ­a entre semana.

OrdenГі varias tapas, que retirГі personalmente de vez en cuando en la barra, y las pasГі con un tubo de cerveza.

Un par de horas mГЎs tarde fue a pagar la cuenta y volviГі a su apartamento para los Гєltimos preparativos antes de partir para Italia, disgustado por debГ­a dejar AndalucГ­a pero consciente de que pronto regresarГ­a.


IV

La idea de tener que ir donde Alice Dane habГ­a encontrado a Daniele Santopietro antes de que desapareciese no le apetecГ­a demasiado a Stefano Zamagni.

A medida que Г©l y Marco Finocchi se acercaban a su destino, el inspector volviГі a recordar con detalle el resumen que le habГ­a hecho la agente de Scotland Yard en el encuentro que ambos habГ­an tenido poco despuГ©s y una serie de escalofrГ­os comenzaron a recorrerle la espina dorsal.

Cuando llegaron delante del edificio, el inspector mostraba un visible desasosiego, asГ­ que el agente Finocchi dijo:

–No debemos preocuparnos demasiado; en el fondo ahora ya Santopietro no nos dará ningún tipo de problema.

–Esto es seguro –asintió Zamagni –pero el recuerdo está todavía vivo, a pesar de que sólo Alice tuvo el... placer... de entrar en su apartamento.

–Ummm... creo que entiendo cómo te sientes –respondió Finocchi –pero debemos armarnos de valor y seguir adelante. Somos conscientes de nuestro objetivo final y de lo que pretendemos hacer aquí y estas dos cosas deben estimularnos para continuar, no hacernos desistir. Y además no tenemos la intención de entrar en ese piso, ¿no?

–Tienes razón –concordó el inspector después de un momento de duda en el cual no consiguió, sin embargo, no pensar de nuevo en el pasado.

Transcurridos unos minutos, justo el tiempo para llegar delante de la puerta del edificio, Zamagni intentГі quitarse de encima, de una vez por todas, todo el miedo y apretГі el timbre con la esperanza de obtener una respuesta de cualquier tipo.

A la tercera tentativa respondiГі una voz femenina que resultГі ser una estudiante universitaria.

DespuГ©s de que el inspector Zamagni le hubo explicado el motivo por el que se encontraban allГ­, la muchacha dijo que, por desgracia, no podrГ­a ayudarles de ningГєn modo porque vivГ­a en ese edificio sГіlo desde hacГ­a dos aГ±os, es decir mucho tiempo despuГ©s de los acontecimientos relacionados con Daniele Santopietro.

El inspector pidiГі con amabilidad poder entrar en el edificio para interrogar a los otros inquilinos y la muchacha abriГі el portal. Zamagni le dio las gracias y entrГі junto con el agente Finocchi.

Mientras los dos subГ­an las escaleras el relato de Alice Dane en el interior del edificio se abriГі camino en la mente del inspector por enГ©sima vez, acompaГ±ado por algГєn que otro escalofrГ­o en la espalda.

Decidieron comenzar desde el piso mГЎs alto, pulsando en los timbres de cada apartamento.

En la mayor parte de los casos no obtuvieron ninguna respuesta, probablemente porque, considerando el horario, muchos en ese momento se encontraban en el trabajo, pero consiguieron hablar con una seГ±ora mayor que dijo que deberГ­an volver a partir de las cinco de la tarde para encontrar a mГЎs inquilinos.

Zamagni tambiГ©n preguntГі a la mujer si sabГ­a quiГ©n habitaba actualmente en el apartamento donde habГ­an encontrado a Daniele Santopietro y ella respondiГі que desde hacГ­a unos aГ±os vivГ­a allГ­ una familia con dos chicos adolescentes.

AsГ­ que el inspector dio las gracias a la seГ±ora por su amabilidad y la disponibilidad que habГ­a demostrado con respecto a ellos y dijo que volverГ­an para hablar con los otros inquilinos y, posiblemente, tambiГ©n con la familia que habitaba actualmente en el apartamento.

La mujer se despidiГі con la misma cortesГ­a con que los habГ­a acogido a su llegada y cerrГі la puerta de casa.

De nuevo en la calle, Zamagni y Finocchi volvieron a la comisarГ­a para poner al dГ­a a Giorgio Luzzi.

El capitГЎn estaba sentado al escritorio como si estuviese esperando alguna novedad y cuando vio al inspector por el pasillo seguido por el agente Finocchi no dudГі en levantarse para abrir la puerta de la oficina y hacer sentar a los dos en el interior.

–¿Y bien? –preguntó impaciente el capitán.

–Nada importante por el momento –respondió el inspector –Nuestra primera visita al edificio donde hemos encontrado a Santopietro no ha dado grandes resultados. Hemos hablado con una mujer mayor por la que hemos sabido que actualmente en el piso donde estaba Santopietro ahora habita una familia.

–Entiendo –asintió el capitán.

–La señora nos ha aconsejado que volviésemos después de las cinco de la tarde para tener más probabilidades de encontrar a alguien –concluyó Zamagni.

–De acuerdo –dijo Luzzi –Ahora ocupaos de otras cosas, luego, por la tarde, volveréis a ese edificio.

El inspector asintiГі.

–Ahora podremos volver a comprobar aquellas cajas –propuso Marco Finocchi, refiriéndose al material que habían recibido del capitán unas pocas horas antes.

–Buena idea –concordó Luzzi acompañando a los dos fuera de su oficina y cerrando la puerta.



El hombre dejГі Sevilla por la maГ±ana.

Desde el centro de la ciudad cogiГі un autobГєs rojo de la LГ­nea Aeropuerto y bajГі delante de la terminal que le interesaba, luego entrГі en el aeropuerto y buscГі su vuelo en los monitores informativos de las salidas.

Identificados los bancos para el embarque, fue al extremo de la fila que le ataГ±Г­a y esperГі su turno.

En cuanto estuvo delante de la hostess de tierra, la mujer le pidiГі la reserva, el documento de identidad y apoyar el equipaje de bodega sobre la balanza.

No encontrando ninguna irregularidad le devolviГі los documentos junto con la carta de embarque.

La mujer no habrГ­a podido saber que aquel documento era falso porque incluso en la base de datos ese nombre aparecГ­a sin antecedentes y correspondГ­a con la foto puesta en el mismo documento.

El hombre le dio las gracias y fue inmediatamente hacia la zona franca del aeropuerto.

TambiГ©n pasГі los controles de seguridad sin ningГєn problema, asГ­ que buscГі las puerta de acceso y esperГі el momento del embarque dando vueltas entre las tiendas libres de impuestos y los distintos comercios del ГЎrea.

Puntual, el aviГіn partiГі de Sevilla con destino a Bologna y llegГі a la capital emiliana con unos pocos minutos de retraso.

DespuГ©s de salir del aeropuerto el hombre se puso a caminar por la acera que lo llevarГ­a al autobГєs de la lГ­nea BLQ para conducirlo hacia la ciudad, consciente de que en este momento sГіlo debГ­a esperar que su cliente se comunicase con Г©l de alguna forma.



Durante todo el tiempo que Zamagni y Finocchi trascurrieron delante del material que habrГ­a podido darles alguna pista con la que encontrar una conexiГіn lГіgica entre Santopietro y la Voz, los dos policГ­as no llegaron a nada en concreto.

Hasta ahora habГ­an encontrado solo objetos aparentemente inГєtiles para el desarrollo de la investigaciГіn.

Cuando faltaba mГЎs o menos quince minutos para las cinco de la tarde, salieron de la comisarГ­a para volver al edificio donde habГ­an estado antes, esperando esta vez encontrar a alguien que pudiese ayudarles con respecto a lo que estaban buscando. BastarГ­a solamente un indicio, para empezar a recorrer un camino que pudiese orientar el curso de la investigaciГіn en una direcciГіn.

En caso contrario, serГ­a realmente difГ­cil para ellos poder localizar a la Voz.

Llegaron al edificio donde ya habГ­an estado anteriormente ese mismo dГ­a, pero no tuvieron mucha suerte.

Quien habitaba en el piso que les interesaba a ellos, es decir donde habГ­an encontrado a Daniele Santopietro, no habГ­an regresado de la jornada de trabajo, o puede que estuviesen fuera de casa y volviesen por la noche.

Escribieron una nota para volver en los dГ­as sucesivos, luego consiguieron hablar con otro vecino que les informГі con respecto al hecho de que la familia a la que se referГ­an habГ­a llegado allГ­ sГіlo hacГ­a poco tiempo y que, desde que ya no estaba Santopietro, el apartamento habГ­a estado sin alquilar hasta la llegada de la familia.

En ese momento Zamagni telefoneГі a la comisarГ­a e hizo que le pusiesen con Giorgio Luzzi.

–Creo recordar que, transcurrido algún tiempo desde la muerte de Santopietro y después de haber hecho todos los hallazgos del caso, del apartamento se quitaron todos los precintos porque pensábamos que ya no nos sería útil –explicó el capitán por teléfono.

Zamagni asintiГі, a continuaciГіn dio las gracias al capitГЎn y colgГі.

DespuГ©s de haber puesto al corriente al agente Finocchi sobre lo que habГ­a dicho Luzzi, el inspector preguntГі al vecino si recordaba haber notado algo de particular durante el perГ­odo de permanecГ­a de Daniele Santopietro en el edificio.

–No creo –respondió el hombre.

–Entiendo. Y... otra cosa... quizás ya se lo han preguntado en su momento pero, haciendo memoria, ¿Santopietro recibía visitas mientras estaba aquí? –preguntó todavía Zamagni –Querríamos saber sobre todo si veía con frecuencia a alguien.

–Sinceramente nunca he puesto mucha atención, pero me parecía una persona bastante solitaria y que no veía nunca a nadie –dijo el hombre. –Aunque en alguna ocasión, pocas a decir verdad, vi que llegaba a casa llevando en vilo una persona. Siempre distinta, quiero decir. Como si esta persona estuviera sin sentido o quizás borracha. De todas formas, no se tenía en pie.

–¿Nunca se hizo preguntas con respecto a esto? –preguntó Finocchi al hombre.

–Sinceramente no. A menos que suceda algo realmente particular, dada mi naturaleza pienso sólo en mis asuntos. Por lo que respecta a los episodios de los que estamos hablando, siempre he pensado que podían ser consecuencia de haber salido a beber y a divertirse, en las que quizás se había levantado demasiado el codo.

Los dos policГ­as asintieron.

–Le damos las gracias por el tiempo que nos ha dedicado –dijo el inspector después de una mirada de entendimiento con el agente Finocchi –Si se acuerda de algo más no dude en contactarnos. Le dejo mi tarjeta de visita.

–De acuerdo –dijo el hombre.

–Una última cosa –añadió Zamagni mientras ya estaba bajando las escaleras para volver a la calle. –¿Podemos saber, por favor, cómo se llama usted?

–Claro. Mariano Bonfigioli.

–Gracias. Que tenga un buen día.

–Y ustedes.

Una vez hubieron regresado a la comisarГ­a Zamagni y Finocchi, de nuevo pusieron al corriente al capitГЎn y dijeron que volverГ­an a aquel edificio otra vez para hablar con la familia que vivГ­a actualmente en el apartamento en que habГ­a estado Daniele Santopietro.

–Perfecto –comentó Luzzi.



El hombre habГ­a sido localizado telefГіnicamente mientras estaba preparando una infusiГіn a base de frutos rojos.

PulsГі la tecla verde del telГ©fono mГіvil y respondiГі a la llamada. El nГєmero del emisor no era visible en la pantalla.

–¿Diga? –dijo, imaginando ya quién estaba en la otra parte de la línea.

–El próximo movimiento será mañana por la mañana a las once en la librería enfrente de las Due Torri, a la derecha de Portugal.

Una frase sencilla y relativamente enigmГЎtica, luego la comunicaciГіn fue interrumpida.

Como habГ­a intuido, quien habГ­a hablado era su cliente. El que le habГ­a llamado mientras estaba en Sevilla.

Llegado a este punto, no le quedaba mГЎs que esperar al dГ­a siguiente, ir a donde le habГ­an dicho y enterarse de lo que tendrГ­a que hacer.

El murmullo del agua lo apartГі de sus pensamientos que le estaban dando vueltas en la cabeza en ese momento.

ApoyГі el telГ©fono mГіvil sobre la mesa, a continuaciГіn puso el filtro a la infusiГіn dentro de la taza de cerГЎmica y echГі encima el agua caliente.

Beber la infusiГіn le sirviГі para meditar y para prepararse para el trabajo inminente.

Esa noche se fue a dormir temprano y a la maГ±ana siguiente llegГі al lugar que le habГ­an dicho con mГЎs o menos diez minutos de anticipo respecto del horario de apertura.

Al principio dio una vuelta por las estanterГ­as de la librerГ­a, luego se parГі delante de las guГ­as de viaje.

DespuГ©s de haber hojeado un par de ellas fingiendo interГ©s, cuando estuvo seguro de que no serГ­a visto por nadie puso la mano derecha sobre la Гєltima guГ­a de Portugal y lentamente la moviГі hasta notar algo en el costado de la misma.

RГЎpidamente extrajo el objeto: se trataba de un sobre de papel, como los usados para mandar cartas, con la parte superior pegada.

Sin pensГЎrselo mucho, ya que podrГ­a perder un tiempo muy valioso y llamar la atenciГіn de alguien, doblГі en dos el sobre, se lo metiГі en un bolsillo de los pantalones y continuГі dando una vuelta por el interior del negocio hasta la salida pasando delante de las cajas registradoras.

Por lo que parecГ­a, afortunadamente para Г©l todo habГ­a ido como la seda.


V

A la maГ±ana siguiente el inspector Zamagni y Marco Finocchi abandonaron pronto la comisarГ­a para ir a la periferia a un depГіsito de la policГ­a.

Cuando llegaron estaba esperГЎndoles el vigilante, un hombre de unos sesenta aГ±os que trabajaba en aquel lugar desde hacГ­a ya mГЎs de un decenio y que habГ­a visto pasar delante de sus ojos los mГЎs diversos objetos embargados en el curso de las investigaciones, accidentes y otras ocasiones en las que los agentes de policГ­a creГ­an era necesario incautar algo.

–Buenos días, inspector –dijo el hombre.

Zamagni y Finocchi lo saludaron a su vez, luego fueron acompaГ±ados al interior del local.

Se trataba de un almacГ©n de grandes dimensiones, esencial en lo que podГ­a ser definido como mobiliario.

–Por aquí.

El vigilante los guiГі entre coches accidentados, objetos de todas las dimensiones y de las utilidades mГЎs dispares, efectos personales diversos, todos subdivididos y ordenadamente dispuestos en el ГЎrea.

Cada cosa era catalogada e identificada por un nГєmero progresivo, de manera que se pudiese encontrar fГЎcilmente, dentro de unos archivos de unos centГ­metros de alto y colocados en orden en muebles lacados de color negro puestos al fondo del depГіsito.

–Me han dicho que vosotros estáis aquí para ver en concreto dos cosas –dijo el vigilante después de unos minutos de silencio en los que los tres sólo habían caminado.

Para llegar al fondo del depГіsito pasaron primero por una zona que parecГ­a un aparcamiento lleno de automГіviles confiscados, luego por en medio de unas estanterГ­as de algunos metros de alto.

Y a los lados del depГіsito habГ­a otras habitaciones, todas adaptadas al mismo fin.

–Debemos buscar el 134 y el 528 –explicó el vigilante cogiendo el primer registro –que se encuentran respectivamente... veamos un momento... ¡aquí están! Localización AB004 y H000... parecen letras y números puestos al azar pero en realidad tienen un significado: la primera letra indica un pasillo y el número indica el piso de una estantería. H000 quiere decir que lo que buscamos está en la zona H a la altura del suelo, de hecho se trata de algo de grandes dimensiones, que ha sido puesto en una habitación en la que no existen pasillos ni estanterías.

Los dos policГ­as siguieron al vigilante sin decir nada.

–Ahora estamos yendo a buscar el 528 –dijo el vigilante.

Cuando llegaron a donde encontrarГ­an lo que estaban buscando el hombre cogiГі una escalera provista de ruedas y subiГі hasta lo alto de la estanterГ­a.

–¡Encontrado! –exclamó, luego descendió hasta el suelo y entregó el objeto al inspector: se trataba del libro rojo que Zamagni había encontrado sobre el suelo de la bodega del local de Mauro Romani el día en el que se topó con Daniele Santopietro la primera vez.

Tener el libro en la mano le hizo recordar el momento mismo en que lo habГ­a hallado mГЎs de diez aГ±os atrГЎs y las sensaciones que habГ­a fomentado el resplandor cegador que surgГ­a de aquel objeto.

Instintivamente el inspector tocГі la cubierta de raso y un escalofrГ­o le recorriГі la espalda.

–Ahora podemos ir a ver el 134 –dijo el vigilante arrancando al inspector de algunos pensamientos que le habían venido en mente desde que había tenido, durante unos segundos, el libro en sus manos.

Los tres salieron de la habitaciГіn y caminaron durante unos minutos sin hablar.

–¡Ya hemos llegado! –dijo al fin el vigilante indicando toda el área –Habéis venido hasta aquí para ver eso.

El hombre estaba seГ±alando el objeto infernal, pensГі Zamagni.

Se trataba del artilugio que se encontraba en el interior de la casa de Daniele Santopietro con el cual el criminal, aparentemente, extraГ­a los fluidos corporales a sus vГ­ctimas.

–Por desgracia no conseguiréis llevarlo con vosotros –comentó el vigilante –pero podréis volver aquí todas las veces que creáis necesario para volver a ver esta cosa.

–Perfecto –dijo Zamagni.

–En cambio podéis quedaros el libro, pero deberéis firmar en el registro para tomarlo prestado –añadió –por si alguien viniese por casualidad a buscarlo. Debemos saber que lo tenéis vosotros.

Zamagni y Finocchi asintieron, luego siguieron al hombre hasta la entrada del depГіsito.

–Una firma aquí.

El vigilante estaba indicando al inspector el registro dedicado al retiro de los objetos.

Zamagni firmГі, a continuaciГіn los dos policГ­as se despidieron y le dieron las gracias al vigilante, saliendo del depГіsito.

Hacer todo el trayecto hasta la comisarГ­a con el libro rojo en el asiento de atrГЎs del coche tuvo sobre el inspector otro efecto de deja vu, recordГЎndole una vez mГЎs aquel dГ­a del 2002: en esa ocasiГіn se llevГі el libro rojo incluso a casa, a la espera de entregarlo en la comisarГ­a.

Zamagni y Finocchi intercambiaron pocas palabras durante la vuelta y, una vez llegados, pusieron al corriente al capitГЎn, que, finalmente, sГіlo dijo Buen trabajo.

En ese momento el inspector y Marco Finocchi se tomaron una pausa para intentar comprender mejor en quГ© manera habrГ­a podido serles Гєtil para su investigaciГіn aquel libro.

Los dos policГ­as se fueron al escritorio del inspector y este Гєltimo comenzГі a hojear el libro, sin encontrar nada de interesante.

Lo que Zamagni nunca habГ­a comprendido era cГіmo aquel libro pudiese brillar con luz propia.

Al principio, cuando encontrГі aquel libro en la bodega del bar de Mauro Romani, habГ­a pensado que el efecto luminoso pudiese derivar de la fluorescencia de la cubierta pero no era asГ­.

–Este libro producía una luz cegadora –dijo Zamagni al agente Finocchi –pero ahora ya no es así y no entiendo el motivo.

Marco Finocchi asintiГі, luego se dio cuenta de la presencia de la pequeГ±a nota adhesiva en el interior de la cubierta, justo despuГ©s de la Гєltima pГЎgina, y se lo hizo observar al inspector. Era una nota de la policГ­a cientГ­fica, probablemente de quien habГ­a examinado aquel libro para buscar informaciГіn que hubiese podido ser Гєtil para la investigaciГіn que, hacГ­a mГЎs de diez aГ±os, habГ­an llevado al descubrimiento del desaparecido Daniele Santopietro.

La nota decГ­a:



ATENCIГ“N: MECANISMO ELECTRГ“NICO EN EL FONDO DE LA CUBIERTA. PULSAR EL BOTГ“N HACIA ATRГЃS.



ВїQuГ© significaba aquella frase?

Ni Zamagni ni el agente Finocchi habrГ­an podido saberlo sin probarlo, asГ­ que, conscientes de que no podГ­a ser nada peligroso, tratГЎndose de una nota de un compaГ±ero, el inspector siguiГі las instrucciones.

Al principio no conseguГ­a entender quГ© habrГ­a tenido que pulsar porque, aparentemente, en la cubierta a la que se referГ­a la nota no habГ­a nada, luego, en cambio, se percatГі de una ligera depresiГіn en un lateral.

Primero lo tocГі, para confirmar la impresiГіn que habГ­a tenido poco antes, luego hizo una pequeГ±a presiГіn en aquel punto exacto... y el libro rojo se iluminГі con un resplandor tal que tanto Г©l como el agente Finocchi debieron cerrar los ojos. Unos segundos despuГ©s, Zamagni presionГі de nuevo sobre el mismo punto y el resplandor se desvaneciГі.

A continuaciГіn, Zamagni apoyГі el libro en el escritorio y mirГі al agente Finocchi.

Los dos quedaron unos segundos sin decir nada, luego el agente rompiГі el silencio.

–¿Es una especie de efecto especial? –preguntó.

–Parece algo de eso –respondió Zamagni.

–Esto me hace pensar que cualquiera que tenga en sus manos el libro cuando quiere puede encender y apagar la cubierta.

–Eso parecería –asintió el inspector.

–¿Y si esto quería dar la impresión de algo sobrenatural? ¿De inexplicable? –se atrevió a decir Marco Finocchi.

–No lo sé –respondió el inspector después de un momento –realmente, mientras perseguíamos a Santopietro tuvimos que enfrentarnos con algunas cosas aparentemente inexplicables.

El agente se quedГі en silencio, como si esperase que Zamagni tuviese la intenciГіn de seguir hablando.

–Me vienen a la mente las frases en las paredes que primero estaban y luego desaparecían –volvió a hablar el inspector –o aquella frase en el cielo cuando explotó mi coche.

–¿Podría existir una explicación racional a estas cosas? –preguntó Marco Finocchi.

–Por ahora no sabría responderte –dijo Zamagni –Es verdad que me gustaría que existiese aunque ahora no sé dónde ir para encontrarla.

–Si hubiese una explicación científica, no científica o de cualquier otro tipo, ¿querría decir que alguien tenía intención de volver loco a alguien?

–Efectivamente no podemos excluirlo, considerando lo que ahora sabemos con respecto a este libro –concluyó Zamagni mirando fijamente de nuevo la cubierta roja.

–¿Vamos a contar esto al capitán? –propuso el agente.

El inspector asintiГі, asГ­ que los dos policГ­as se fueron hacia el escritorio de Giorgio Luzzi.

–Vuestra teoría podría ser interesante y no exenta de fundamento –comentó el capitán después de haber escuchado lo que le habían dicho Zamagni y el agente Finocchi.

–¿Por qué nunca nos ha llegado una comunicación con respecto a este libro rojo y a aquel artilugio... infernal... que está guardado en el depósito? –quiso saber el inspector.

–Por un motivo muy simple –respondió Luzzi. –Cuando los hombres de la policía científica terminaron el trabajo Daniele Santopietro ya estaba muerto. Yo mismo pensé que esos resultados no tendrían ya importancia en vuestro trabajo. Como parecía lógico pensar, aparentemente no serviría a nadie saber cómo funcionaba aquella cubierta o aquel.... ¿cómo lo has llamado?... Ah, si.... artilugio infernal.

Zamagni y Finocchi asintieron.

–Ahora, sin embargo, la pregunta que viene a continuación es otra –prosiguió el capitán –Es decir: saber lo que ahora sabemos, ¿cómo puede ayudarnos en la investigación? Conociendo estas cosas, ¿conseguiremos llegar hasta la Voz?

El inspector y el agente Finocchi se intercambiaron una mirada interrogativa, luego miraron de nuevo a Giorgio Luzzi.

–No sabría responderle –dijo el inspector después de unos segundos de silencio.

–Ni tampoco yo, al menos por el momento –respondió el capitán –En este momento no nos queda otra cosa que volver al edificio en el que vivía Santopietro y esperar recuperar alguna información.

–Esperemos que nos puedan resultar también útiles –añadió el agente.

–Ya –asintió Luzzi –ahora idos.

Zamagni y Finocchi se despidieron del capitГЎn y salieron de la oficina cerrando la puerta.



El hombre abriГі el sobre que habГ­a encontrado en la librerГ­a y sacГі de Г©l un folio de pequeГ±as dimensiones doblado por la mitad.

LeyГі las pocas palabras que habГ­a escritas en el papel.

El mensaje era claro: habГ­a anotada una direcciГіn en la que encontrarГ­a a Stefano Zamagni.

Aunque en el folio no habГ­a sido especificado, conectando aquellas informaciones con la llamada que habГ­a recibido cuando se encontraba en Sevilla, el hombre comprendiГі que Stefano Zamagni tendrГ­a las horas contadas gracias a Г©l.

Esta vez, sin embargo, a diferencia de las anteriores, su cliente pretendГ­a algo mГЎs: en el papel estaba anotada la hora de la muerte.

El hombre volviГі a doblar el folio, lo volviГі a poner en el sobre y puso todo en un bolsillo de los pantalones.

Un nombre, una direcciГіn y un hora... ВЎes realmente inteligente!, pensГі el hombre. A primera vista parece un mensaje sencillo, casi banal, y sobre todo inocuo. Nadie lo sabrГ­a descifrar por lo que es en realidad.

En el interior del sobre habГ­a tambiГ©n una nota adhesiva: era el aviso de llegada de un repartidor con una segunda fecha para una nueva entrega.

El resto de la jornada transcurriГі sin problemas de ningГєn tipo. Una tarde tranquila seguida de una velada tambiГ©n tranquila.

Se fue a dormir cuando faltaban poco menos de veinte minutos para medianoche.

TodavГ­a tendrГ­a algunos dГ­as de descanso antes de ese trabajo, asГ­ que hizo las cosas con calma, consciente de que podrГ­a permitirse trasnochar si hubiese querido.



El inspector Zamagni y el agente Finocchi volvieron al edificio en el que habГ­a vivido Daniele Santopietro cuando ya habГ­an pasado las cinco de la tarde.

Su intenciГіn era la de conseguir hablar con la familia que ocupaba en este momento el apartamento que habГ­a sido habitado anteriormente por el criminal y, si fuese posible, recolectar el mayor nГєmero de informaciГіn entre los otros vecinos, en particular modo de los que habitaban en ese edificio en el mismo perГ­odo en que habГ­a estado Santopietro.

Como habГ­an sabido con antelaciГіn por otro vecino, la familia que habitualmente ocupaba el apartamento donde habГ­a habitado Santopietro estaba allГ­ desde hacГ­a pocos aГ±os. Zamagni y Finocchi tuvieron la oportunidad de hablar directamente con el marido y la esposa mientras que, en ese momento, los dos hijos se encontraban fuera de casa, y los dos cГіnyuges pudieron sГіlo confirmar de no ser de gran ayuda. Esto tambiГ©n porque, en aquella Г©poca, compraron el apartamento a travГ©s del anuncio de una agencia inmobiliaria y, por lo que sabГ­an del ex propietario, se habГ­a perdido la pista. Se rumoreaba que se habГ­a transferido al extranjero, probablemente a Australia con unos parientes, pero, aunque la policГ­a hubiese removido Roma con Santiago, no estaba garantizado poder encontrarlo porque se trataba, de todas formas, de un hombre muy anciano que podrГ­a ya haber muerto a causa de su edad avanzada.

Como era habitual, el inspector preguntГі a los dos cГіnyuges que le informasen si por casualidad se acordaban de algГєn detalle que podrГ­a ser Гєtil para la investigaciГіn en curso, asГ­ que interrogaron de nuevo a otros vecinos, consiguiendo hablar, de esta manera, tambiГ©n con Mariano Bonfigioli y la mujer y con una pareja de ancianos que no estaban presentes durante su anterior visita al edificio.

De esta forma se enteraron de que, posiblemente, en el perГ­odo en el que Santopietro habitaba en aquel edificio, se hicieron algunos trabajos en el hueco de la escalera, que habГ­an creado no poco disgusto entre los vecinos mismos. Por lo que recordaban los vecinos interpelados, durante esas labores se instalaron algunas videocГЎmaras que a continuaciГіn fueron desactivadas pocos meses mГЎs tarde.

El motivo de la desactivaciГіn, por lo que habГ­a dicho el administrador, era el excesivo coste del mantenimiento del servicio.

–¿Podemos conocer el nombre del administrador? –preguntó Zamagni.

–Se llamaba Dante Tarterini –respondió el marido –pero creo que ya no ejerce la profesión. Creo que se ha jubilado. De todas formas, no es ya el administrador de este edificio. Ahora lo lleva Pierpaolo Maurizzi.

Zamagni y Finocchi le dieron las gracias a los vecinos por el tiempo que les habГ­an dedicado y se despidieron, recordando que cualquier noticia aparentemente digna de ser recordada serГ­a bienvenida para la investigaciГіn que estaban llevando a cabo.


VI

Al dГ­a siguiente, despuГ©s de hacer el balance de la situaciГіn con el capitГЎn Luzzi con respecto a la investigaciГіn sobre el pasado de Daniele Santopietro, Stefano Zamagni y el agente Marco Finocchi se fueron a ver al administrador del edificio en el que el criminal habГ­a vivido durante un cierto tiempo, antes de desaparecer en la nada.

DespuГ©s de una llamada telefГіnica para saber si podrГ­an pasar para tener una pequeГ±a charla, los dos policГ­as se presentaron en las oficinas del estudio del administraciГіn Maurizzi y fueron recibidos por una empleada que les hizo sentar a la espera de que el administrador estuviese libre.

–Serán sólo unos pocos minutos –explicó la mujer y la previsión fue correcta.

–Encantados de conocerles –les saludó el administrador –¿A qué debemos vuestra visita? A parte de los controles rutinarios de la Guardia di Finanza


nunca me habГ­a ocurrido que en nuestras oficinas llegasen las fuerzas del orden por otros motivos.

El inspector Zamagni explicГі que su visita tenГ­a que ver con el edificio que ellos administraban desde hacГ­a aГ±os, luego, cuando Г©l y el agente Finocchi se encontraron en la oficina del administrador, pasГі tambiГ©n a contarle los detalles.

–Me deben perdonar, pero han pasado más de diez años desde los hechos que me estáis contando –dijo el hombre –y, realmente, no me acuerdo exactamente de este detalle con respecto a la instalación de tele cámaras. Imagino, de todos modos, que se haya tratado de una instalación a raíz de una asamblea y debido a motivos de seguridad.

–¿Tiene una forma de comprobarlo? –preguntó Zamagni.

–Claro, pero necesito unos días –respondió el administrador –Debo recuperar la información del archivo y remontarme a diez años atrás.

–De acuerdo –le complació el inspector –Podemos darle dos días. ¿Cree que serán suficientes?

–Quizás es poco tiempo pero veremos qué puedo hacer.

Zamagni y Finocchi le dieron las gracias, a continuaciГіn abandonaron el estudio de administraciГіn y volvieron a la calle.

Esa tarde, el administrador comprobГі la documentaciГіn del edificio en cuestiГіn y, cuando se dio cuenta de lo que le habГ­an pedido los policГ­as, se acordГі de un detalle y llamГі por telГ©fono con la esperanza de que aquel nГєmero de telГ©fono mГіvil estuviese todavГ­a activo.



El regreso del inspector Zamagni y del agente Finocchi hacia la comisarГ­a se vio frenado por un accidente.

Cuando transitaban por el inicio de la vГ­a Saffi, los dos policГ­as vieron un atasco y se pusieron a la cola.

Un poco mГЎs adelante se veГ­an las luces intermitentes de una ambulancia y de un coche de la policГ­a municipal.

A la espera de que el trГЎfico se desplazase en aquel punto, aunque fuese lentamente, una persona fue metida en la ambulancia y esta partiГі con las sirenas a todo meter justo despuГ©s.

Por lo que se podГ­a entender, un automovilista habГ­a embestido a un peatГіn en el paso de cebra y, en cuanto llegaron al lugar exacto del accidente, Zamagni se identificГі con un agente de la policГ­a municipal y le preguntГі si todo estaba resuelto.

–El hombre que ha sido atropellado probablemente esté llegando a Urgencias del Hospital Maggiore en estos momentos –explicó el policía municipal –mientras que al automovilista le ha caído una multa, sólo para empezar, luego ya se verá cómo se desarrollarán las condiciones de la persona atropellada.

Zamagni le dio las gracias por la informaciГіn esperando que todo concluyese de la mejor manera.

Dejando a la espalda el lugar del accidente, los dos policГ­as llegaron a la comisarГ­a y, despuГ©s de explicar al capitГЎn Luzzi el motivo de su retraso, comenzaron a ponerlo al dГ­a con respecto a su coloquio con el administrador Maurizzi.

–Sinceramente espero que estas búsquedas nos puedan llevar a la identificación de la Voz –admitió el capitán, asintiendo. –A veces se me ocurre pensar que pueden resultar inútiles e infructuosas pero, por otra parte, me doy cuenta de que no es fácil rastrear a una persona cuando las únicas referencias que tenemos son un criminal muerto y alguien que ha escuchado la Voz sólo por teléfono.

–Seguramente es muy difícil hacer una identificación –concordó el inspector –pero podemos usar sólo los datos que tenemos en mano, y son pocas, y luego los que consigamos obtener.

–Ya... bueno, ahora salid de aquí e id a descansar –les despidió Giorgio Luzzi. –Mañana será otro día y decidiremos cómo proceder.

–De acuerdo. Gracias.

Zamagni y Finocchi salieron de la oficina del capitГЎn dГЎndole las buenas noches.



El hombre tenГ­a consigo la direcciГіn del inspector Zamagni y asГ­, poseyendo todavГ­a un dГ­a antes de deber cumplir la peticiГіn de su cliente, fue a investigar in situ.

Avenida della Reppublica en San Lazzaro di Savena era una calle bastante frecuentada, por lo menos en las horas diurnas, con coches que iban y venГ­an en las dos direcciones y peatones que la recorrГ­an por las aceras y bajo los tramos de los porches.

Gracias a una rГЎpida bГєsqueda en Internet habГ­a visto que la direcciГіn que le interesaba se encontraba en la extremidad opuesta, cerca de vГ­a Jussi, pero Г©l, para hacerse una idea mГЎs precisa de la zona, entrГі en la calle por la parte opuesta.

Al principio vio un parque pГєblico a la derecha y varios negocios a la izquierda, luego los negocios se alternaban con edificios a ambos lados.

Vio tambiГ©n un bar, a primera vista bastante frecuentado, asГ­ que continuГі por la carretera para llegar a su destino, mГЎs o menos enfrente de un supermercado de medianas dimensiones.

Atravesada la calle, que en aquel punto en el centro tenГ­a tambiГ©n una placita peatonal alrededor de la cual discurrГ­a el trГЎfico rodado, el hombre llegГі delante del nГєmero 96 y, poniendo cuidado en que nadie lo viese o de llamar la atenciГіn de posibles peatones, cogiГі el aviso de llegada del repartidor y lo pegГі al panel de los timbres de aquel edificio.

En ese momento, volviГі a la parte opuesta de la avenida della Reppublica y se apostГі en un sitio desde donde podrГ­a tener una buena visibilidad del otro lado de la calle.

Al volver a su apartamento cogiГі el ordenador portГЎtil, se conectГі al sitio web de Youtube e hizo una bГєsqueda rГЎpida. Entre los primeros resultados encontrГі aquel que le interesaba, asГ­ que cogiГі la pequeГ±a grabadora de bolsillo, volviГі a poner el vГ­deo y encendiГі la grabadora.

DespuГ©s de unas cuantas tentativas, el hombre decidiГі que la grabaciГіn hecha era adecuada para el uso que deberГ­a hacer con ella.



Aquella noche, cuando volviГі a casa, el inspector Zamagni encontrГі en el panel de los timbres un aviso de llegada por parte de un repartidor. DГЎndose cuenta de que no esperaba nada, se preguntГі quГ© le habrГ­an enviado y quiГ©n lo habrГ­a hecho.

En el aviso estaba seГ±alada tambiГ©n una nueva fecha de entrega, dos dГ­as despuГ©s a las seis de la tarde.

Tomando nota de la informaciГіn y teniendo todavГ­a en la cabeza la cuestiГіn con respecto al remitente y el objeto que recibirГ­a, el inspector subiГі las escaleras y entrГі en su apartamento sin saber que alguien lo estaba observando.

Durante la cena, el inspector mirГі el telediario y, entre todas las noticias, le llamГі la atenciГіn especialmente la que tenГ­a que ver con un accidente de trГЎfico ocurrido al comienzo de la vГ­a Saffi en las que un hombre habГ­a sido atropellado por un coche.

Enseguida se percatГі de que era aquel con el que se habГ­an encontrado al volver a comisarГ­a.

–El hombre atropellado –había añadido el periodista –el día anterior había salido de prisión, donde se encontraba porque hacía exactamente un mes había atracado una joyería en vía san Felice.


VII

A la maГ±ana siguiente, Zamagni y Finocchi, junto con el capitГЎn Luzzi, intentaron hacer de nuevo un anГЎlisis de la situaciГіn de la investigaciГіn que estaban llevando a cabo, para comprender cuГЎl podrГ­a ser el paso siguiente.

No tenГ­an realmente gran cosa pero era seguramente algo mГЎs con respecto a cuando habГ­an comenzado a asumir el control de los efectos personales de Daniele Santopietro.

–Entretanto creo entender que de esos objetos no conseguiremos sacar alguna información útil para nuestra investigación –comenzó a decir el capitán –¿no es verdad?

–Por lo que parece, así es. –asintió el inspector –el único objeto particular es aquel libro rojo con el botón en el interior de la cubierta. Luego está ese artilugio del que no sabemos todavía el uso.

–Comprendo –dijo el capitán –en cambio, los objetos que están dentro de las cajas que se encuentran todavía en tu escritorio parecen totalmente inútiles.

–Exacto –estuvo de acuerdo Zamagni.

–De acuerdo. Luego tenemos las tele cámaras montadas en el edificio donde Santopietro ha vivido durante un tiempo.

–Sí –confirmó el agente Finocchi.

–¿Sabemos algo más con respecto a estas? –preguntó Luzzi –me refiero por parte del administrador.

–Todavía no –respondió Zamagni –Le hemos dado dos días para obtener la información de la documentación que debe estar en el archivo de la oficina.

–Bien –asintió el capitán –Esto significa que mañana por la mañana volveréis a ver al administrador del edificio y, si todo va como debe, deberéis saber todos los detalles concernientes a esto.

–Exacto –dijo Zamagni.

Marco Finocchi hizo sencillamente un gesto con la cabeza, sin decir nada, para confirmarlo.

–Perfecto –continuó diciendo Giorgio Luzzi – Y mientras tanto, ¿qué pensáis hacer? ¿Tenéis alguna idea?

El inspector intercambiГі una mirada con el agente Finocchi y, por su lenguaje corporal, el capitГЎn entendiГі que no tenГ­an ninguna, por lo menos de momento, sobre cГіmo continuar con la investigaciГіn.



El hombre estaba reposando cuando sonГі el telГ©fono mГіvil.

–Ha surgido un imprevisto –escuchó que decían desde la otra parte de la línea –Los detalles se encuentran al lado del rey, siempre en el mismo lugar –a continuación se interrumpió la llamada.

ВїQuГ© habГ­a ocurrido de manera tan repentina?, se preguntГі, luego, considerando que no estaba haciendo nada importante, saliГі corriendo para ir a dГіnde le habГ­an dicho.

En cuanto llegГі a la librerГ­a enfrente de las Due Torri, el hombre entrГі y se dirigiГі a la secciГіn dedicada a la narrativa y buscГі las novelas de Stephen King.

PasГі revista a todas las que habГ­a en la estanterГ­a hasta que vio algo que le llamГі su atenciГіn.

EsperГі el momento oportuno, unos minutos despuГ©s, sin hacerse ver por ojos indiscretos, lo sacГі con decisiГіn y se encontrГі en la mano un sobre blanco como el que habГ­a hallado algunos dГ­as antes en la misma librerГ­a, pero en la estanterГ­a dedicada a las guГ­as turГ­sticas.

Por suerte tengo la mente abierta, de lo contrario ni siquiera yo habrГ­a comprendido las pistas.

Se metiГі rГЎpidamente el sobre en el bolsillo de los pantalones, luego dio una vuelta rГЎpida por el interior de la librerГ­a, de manera que pareciese un cliente normal, y saliГі de nuevo a la calle pasando delante de las cajas registradoras.

En cuanto llegГі a casa, abriГі el sobre y leyГі el mensaje que habГ­a en su interior, escrito sobre un papel blanco.

Todos los mensajes escritos que recibГ­a habГ­an sido escritos con el uso de un programa de escritura, nunca a mano.

El mensaje era sencillo y perentorio: eran las indicaciones para llegar a una habitaciГіn del Hospital Maggiore de Bologna, junto con una fecha y una hora. La fecha era al dГ­a siguiente mientras que la hora era las doce del mediodГ­a en punto.

El hombre volviГі a doblar el folio y lo volviГі a meter dentro del sobre, luego dejГі todo encima de la mesa.



La segunda visita al administrador del edificio en el que habГ­a vivido Daniele Santopietro no produjo grandes resultados para el avance de la investigaciГіn.

A Zamagni y Finocchi se les dijo que la instalaciГіn de las tele cГЎmaras a lo largo de las escaleras fue hecha como consecuencia de algunos robos en los apartamentos y que eso resultaba ser un normal medio de prevenciГіn para mantener la seguridad de los vecinos.

En cuanto entraron en la comisarГ­a, le pasaron la informaciГіn al capitГЎn Luzzi que, despuГ©s de haber asentido, quedГі unos minutos en silencio pensando.

–¿Ideas? –dijo, finalmente –¿Habéis pensado cómo debemos actuar ahora?

El inspector y el agente Finocchi se intercambiaron la mirada, luego negaron con la cabeza.

–Efectivamente, esta información no me parece útil para el desarrollo de la investigación... –concluyó el capitán –por lo que se nos debe ocurrir alguna otra cosa.

Zamagni asintiГі.

–¿Podríamos conseguir hacer un análisis vocal? –propuso el agente Finocchi.

–¿Análisis vocal? –repitió Zamagni.

–Sí –confirmó Marco Finocchi –Esta persona que estamos buscando la hemos podido escuchar por lo menos en una ocasión, por lo que podría ocurrir de nuevo. Si la próxima vez que suceda nosotros estuviésemos preparados para registrar la llamada y la pasásemos a un experto en la materia, quizás nos sabría describir el perfil vocálico y quizás podría ser útil para obtener mayor información con respecto a esta Voz, sino incluso identificarla.

La propuesta del agente Finocchi parecГ­a sofisticada pero el capitГЎn comentГі positivamente la idea.

–No deberías ser complicado conseguirlo –añadió.

–¿Y en el caso de que esta Voz no se escuchase de nuevo? –objetó el inspector.

–Mientras tanto podremos informarnos con respecto a esta posibilidad –respondió Giorgio Luzzi –por lo demás, nunca se sabe.

–O podríamos encontrar la manera de obligarlo a llamar –propuso el agente Finocchi –Cuando ocurrió en el pasado fue, por ejemplo, en ocasión de la resolución del caso ligado a la Asociación Atropos. ¡Incluso nos ha felicitado!

–Haría falta algo que lo hiciese sentirse... derrotado –admitió el capitán.

–¿Qué podría ser? –preguntó Zamagni.

–No lo sé –respondió el capitán. –Ahora, personalmente, no sabría decirlo.


VIII

El hombre llegГі al hospital Maggiore y siguiГі las indicaciones escritas en el interior del segundo sobre que habГ­a encontrado en la librerГ­a para llegar a la habitaciГіn donde estaba ingresado su objetivo.

Desde lejos vio a un hombre de uniforme delante de la puerta. PolicГ­a.

No recordaba haber leГ­do sobre este detalle, de todas formas se adaptГі enseguida a la situaciГіn: retrocediГі y fue a investigar entre los pisos hasta que, en una habitaciГіn de pequeГ±as dimensiones, encontrГі una bata blanca colgado de un perchero y se la puso encima apoyando alrededor del cuello un fonendoscopio que habГ­a en uno de los bolsillos inferiores.

En el bolsillo arriba a la izquierda habГ­a colgado un cartelito con el nombre del mГ©dico, el titular de la bata misma.

RГЎpidamente volviГі al piso en donde habГ­a estado cuando habГ­a llegado a la estructura hospitalaria, luego, con maneras desenvueltas, dijo al agente que estaba plantado delante de la habitaciГіn que deberГ­a comprobar las condiciones del paciente que se encontraba en el interior.

Un minuto despuГ©s, el hombre se encontraba enfrente de su objetivo del dГ­a, que lo mirГі sin hablar, como si estuviese a la espera de las indicaciones del mГ©dico que llevaba habitualmente la bata.

El falso mГ©dico mirГі el reloj: las 9:24 y 45 segundos. En cuanto se puso en el minuto siguiente, como estaba indicado en las pocas lГ­neas que habГ­a encontrado en el segundo sobre, cogiГі una almohada que se encontraba en la silla en el interior de la estancia y, sin dar tiempo al paciente para darse cuenta de lo que estaba sucediendo, con la mano izquierda la comprimiГі contra el rostro del hombre que se encontraba acostado mientras que con la derecha extrajo desde debajo de la bata una pistola con silenciador y disparГі a la almohada haciendo revolotear por la habitaciГіn algunas fibras inidentificables.

DespuГ©s de haber puesto la almohada donde se encontraba poco antes, esperГі todavГ­a un par de minutos, luego saliГі de la habitaciГіn, hizo una seГ±al de saludo al agente, ignorante de lo que habГ­a ocurrido, colocГі la bata donde la habГ­a encontrado poco antes y dejГі el hospital.

Cuando la tarde de aquel dГ­a el autГ©ntico mГ©dico se puso la bata no sabГ­a que, de alguna manera, habГ­a contribuido a un homicidio.

El cuerpo sin vida de la vГ­ctima fue encontrado sГіlo algunas horas despuГ©s del servicio de distribuciГіn de las comidas y, en esa ocasiГіn, el agente plantado delante de la habitaciГіn se quedГі sin decir nada durante unos segundos, inconsciente de cГіmo podГ­a haber ocurrido algo parecido.

DespuГ©s de todo, la Гєnica persona que habГ­a visto entrar en aquella habitaciГіn habГ­a sido un mГ©dico.



El inspector Zamagni y el agente Finocchi continuaban rompiГ©ndose la cabeza para comprender los prГіximos pasos que harГ­an para localizar a la Voz, pero cada una de las tentativas que hacГ­an los llevaba a un callejГіn sin salida.

En realidad, parecГ­a que el Гєnico camino con sentido fuese aquel del reconocimiento a travГ©s del perfil de voz.

Para probar esta soluciГіn Zamagni decidiГі hablar directamente con la secciГіn tГ©cnica de la policГ­a con el objeto de decidir quГ© hacer.

Le propusieron que tuviesen bajo control su telГ©fono mГіvil, dado que la Voz le habГ­a llamado al nГєmero del celular. De esta manera podrГ­an intentar rastrear la posible llamada y, al mismo tiempo, grabarla para intentar descifrar el perfil de voz de la persona que llamaba.

–Me parece una buena idea –comentó el capitán Luzzi después de que el inspector le hubiese explicado a él y al agente Finocchi el procedimiento que podrían seguir.

TambiГ©n Marco Finocchi asintiГі.

Dado que estaban todos de acuerdo, el capitГЎn procediГі con la peticiГіn a la secciГіn competente.

–Ahora sólo debemos esperar a que esta persona se haga oír –concluyó el inspector.

–Tengo confianza en que antes o después sucederá –dijo Marco Finocchi, encontrando apoyo en la mirada del capitán.

–¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Zamagni rompiendo el silencio que se había creado.

–Considerando que, aparentemente, por el momento nos encontramos en un punto muerto de la investigación, propondría esperar –respondió Giorgio Luzzi –Mientras tanto, seguramente se nos ocurrirá alguna idea.

–De acuerdo –asintieron al unísono Zamagni y Finocchi que justo después salieron de la oficina del capitán.



El promotor de aquel homicidio se enterГі de la muerte de un paciente en el hospital Maggiore de Bologna mientras miraba el telediario.

El cuerpo habГ­a sido encontrado podo despuГ©s del mediodГ­a por los asistentes que se ocupaban de la distribuciГіn de las comidas de los pacientes, mientras que el agente de policГ­a que estaba fuera de la puerta vigilando al paciente que habГ­a en el interior no se habГ­a dado cuenta de nada.

Por lo que estaba diciendo el periodista en la habitaciГіn se habГ­a visto entrar un mГ©dico poco antes de las 9:30.


























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